Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

martes, 23 de abril de 2013

Un poema de Silvio Mattoni


El primer impulso


Quisiera descuidarme de mí mismo 
como la primera vez en que algo raro 
me agarró de los pelos y me puse 
a escribir, solo, sin ningún motivo. 
Cuando reaccioné, había pasado 
casi toda la tarde. En la calle 
mis amigos se estaban despidiendo, 
y me asomé al balcón, pero no quise 
gritarles. Hacía poco, me habían 
separado del coro del colegio 
porque me abandonaba mi registro 
de contralto. Empecé a estar absorto 
contemplándome. ¿Qué era esa cosa, 
ese murmullo incesante, quejumbroso 
o felizmente escéptico, fluyendo 
en mi cabeza apenas las acciones 
se demoraban? La única forma 
de parar eso era pinchar el tubo 
y hacer correr la tinta hasta que el chorro 
disminuía. Pero aquel rapto 
en la siesta de un barrio silencioso 
no vuelve ahora. El pensamiento impone 
su red de frases, aunque aún espero 
que la repetición no sea imposible. 

- . - . -

Silvio Mattoni: El descuido. Ediciones Recovecos. Córdoba (Argentina), 2007. Pág. 45.

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