Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Un poema de María Rosa Lojo

María Rosa Lojo


2. HOMBRE DE LA LUNA 

En la luna hay un hombre que te mira todas las noches. Algún día se desprenderá de su lugar y caerá sobre la palma de tu mano derecha, empequeñecido y gastado por el vuelo. Ya no podrás soñar que te ama porque lo desprecias. Y aunque él verdaderamente sigue amándote y ha entregado las tres cuartas partes de sí mismo para tu alegría, lo guardarás en el primer cajón de tu mesa de luz, indiferente al destierro irreversible, al inútil tesoro de su sacrificio. 

- . - . - 

MARÍA ROSA LOJO. Poetas argentinas (1940-1960). Selección y prólogo de Irene Gruss. Ediciones del Dock. Colección Pez Náufrago. Buenos Aires, 2006. Pág. 171. 

viernes, 11 de diciembre de 2015

Un poema de Niní Bernardello

Niní Bernardello


No hay salidas. No hay timbres 
ni certificados. 
Hay portales abiertos. Pero no hay 
ni una mano tendida. 

Cumple con tu día hambreándote

Él olvida el vino sagrado y las risas. 
Embotado camina y camina 
vendiendo un espejo, una sábana. 
Al llegar a la esquina se detiene, sudoroso. 
No alumbran los faroles secos. 
Roe el ratón su pan de madera. 
Bolsillo vacío, derramado tabaco, algunos 
fósforos, un boleto roto. 
Tu carta doblada, una llave ajena. 

Cumple con tu día hambreándote. 

- . - . - 

NINÍ BERNARDELLO. En Poetas argentinas (1940-1960). Selección y prólogo de Irene Gruss. Ediciones del Dock. Colección Pez náufrago. Buenos Aires, 2006. Pág. 70. 

Un poema de Inés Aráoz

Inés Aráoz


RÍA Y LA TRAYECTORIA DE LA LUZ 

Se escribe y se escribe para nada --piensa RÍA, colgada del balón rojo al atardecer. Y quizás como una consecuencia del bamboleo de las piernas viajeras de RÍA sobre la tierra, las patitas barrocas y lujosas del sol labran y labran la superficie blanca del papel. 

(de Las historias de Ría

- . - . - 

INÉS ARÁOZ. En Poetas argentinas (1940-1960). Selección y prólogo de Irene Gruss. Ediciones del Dock. Colección Pez náufrago. Buenos Aires, 2006. Pág. 35. 

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Un poema de Roberta Iannamico

Roberta Iannamico


TODAS NOS empezamos a parecer a nuestras mamás 
cuando pasa el tiempo 
nos ponemos grandotas 
percheronas 
la mirada 
más hermosa 
como de alguien que puede 
defenderse de todo 
como de alguien que está 
enamorada de sí misma 
en los momentos 
de soledad. 

- . - . - 

ROBERTA IANNAMICO. En Poetas argentinas (1961-1980). Selección y prólogo de Andi Nachon. Ediciones del Dock. Buenos Aires, 2007. Pp. 144-145. 

domingo, 29 de noviembre de 2015

Un poema de Leopoldo Marechal

Leopoldo Marechal


EPITAFIOS AUSTRALES 

VI 

A Rolón, el pulpero 

Alma buena del sur, no te demores 
junto a la sepultura de Isaías Rolón: 
el muy avaro, desde el otro mundo, 
es capaz de venderte 
como ayer su ginebra 
de mala catadura. 

Bien metido en su cárcel de botellas tramposas, 
compró y vendió este mundo para el diablo. 
Desde su mostrador, con la pluma en la oreja, 
vio desfilar amores, 
caballos y alegrías. 
Amontonó los frutos 
y no mordió ninguno, 
porque se alimentaba 
de aritmética pura. 

Calculador y zafio, 
murió tres noches antes por ahorrar medicina. 
Por no gastar su vieja ropa de casamiento, 
mandó que lo enterraran en puro calzoncillo. 
En tren de economías, durante su velorio, 
se apagaron las velas por sí solas, 
y a media voz tañeron las campanas 
por economizar la saliva y el bronce. 

Dicen las malas lenguas 
que yace de costado 
por usar menos tierra. 

- . - . - 

LEOPOLDO MARECHAL. En Obra poética. Leviatán. Buenos Aires, 2014. Pág. 535. 

sábado, 31 de octubre de 2015

Un poema de Soledad Castresana

Soledad Castresana


SOMBRA 

una oruga de fardos de alfalfa 
resiste el afán incendiario 
de la siesta 

nos refugiamos 
en el tanque australiano 
flotamos 
en el sordo hechizo 
de las abejas 

a veces la sed desespera la piel 
nos quema el alivio 

cuando baje la fiebre del aire 
perfumados de higos 
subiremos la tarde 
hasta los árboles 

esperaremos 
mareados y calientes 
que la noche detenga 
la sangre de las víboras 

cuando acabe la luz 
nos quedaremos sin agua 

- . - . - 

SOLEDAD CASTRESANA. En Poetas argentinas (1961-1980). Selección y prólogo de Andi Nachon. Ediciones del Dock. Buenos Aires, 2007. Pág. 252. 

miércoles, 28 de octubre de 2015

Un poema de Bárbara Belloc

Bárbara Belloc


SANTA 

Clamando al cielo de la pampa "santo, santo, santo" 
pasaron las nubes, las calaveras 
pasó mi hora, pasaste 
mi pasado pasó. 
Sin dejar huella 
sin seguir rastros 
llegaron santas 
las estrellas. 

- . - . - 

BÁRBARA BELLOC. Tomado de Poetas argentinas (1961-1980). Selección y prólogo de Andi Nachon. Ediciones del Dock. Buenos Aires, 2007. Pág. 82.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Un poema del Conde de Villamediana

Conde de Villamediana


Cuanto me trato más, menos me entiendo, 
hallo razones que perder conmigo, 
lo que procuro más, más contradigo 
con porfïar y no ofender sirviendo. 

La fe jamás con la esperanza ofendo, 
desconfïando más, menos me obligo, 
el padecer no puede ser castigo, 
pues sólo es padecer lo que pretendo. 

De un agravio, señora, merecido 
siempre será remedio aquel tormento 
que cuanto mayor es, más se procura; 

porque para morir agradecido, 
basta de vos aquel conocimiento 
con que nunca eche menos la ventura. 

- . - . -

CONDE DE VILLAMEDIANA. Poesía. Edición, prólogo y notas de María Teresa Ruestes. Planeta. Barcelona, 1992. Pág. 133.

domingo, 18 de octubre de 2015

Un poema de Leopoldo Lugones

Leopoldo Lugones


EL LORO 

Socarrón, perspicaz, sonoro, 
A la casa aturde y alegra 
Con su ladina lengua negra, 
Desde su aro o su percha el loro. 

Sabe cantar un tango entero, 
Los nombres nunca desacierta, 
Y según llamen a la puerta, 
Grita: ¡la leche! o ¡el cartero! 

Ya repite la carcajada 
Y el rezongo de la vecina, 
Ya, remedando a la gallina, 
Miente otro huevo a la nidada 

O apreciando al pelafustán 
Con su sagaz ojo de vieja, 
Le suelta, mientras lo festeja, 
Una medalla y un refrán. 

Y es de admirar con qué decoro 
No desprovisto de ironía, 
Dice a la fámula tardía: 
No se olviden del pan del loro

Mas, aunque el pan sea muy rico, 
Apenas hay mejor regalo 
Que el de darle a montar un palo 
Donde pueda gastarse el pico. 

También sirve un aro de pipa; 
Pues, si no se hace de este modo, 
Él mismo se despluma todo 
Y al primer frío se constipa. 

En el nativo quebrachal, 
Labra su nido, sin empacho, 
Agujereándose un quebracho 
Sobre la línea transversal. 

De eso le queda la costumbre; 
Y así, con cháchara traviesa, 
Cala una pata de la mesa 
O una viga de la techumbre. 

Suspenso allá cabeza abajo, 
Mientras le ofrecen una caña, 
Con irritante sorna engaña 
Su balanceo de badajo. 

Pero, como es una persona 
En el fondo amable y sensata, 
Sabe también "poner la pata" 
En el dedo de la patrona. 

Y habla con tal circunspección 
Y propiedad tan perentoria, 
Que, oigan ustedes esta historia 
Que es cosa cierta, no invención: 

Un chiquillo que no sabía 
Que existiese un pájaro que habla, 
Con su lindo fusil de tabla 
Junto a un loro se divertía. 

Alborotado el pelo de oro, 
Paróse ante él, impertinente, 
Cuando de pronto, gravemente, 
--¿Cómo te va? --le dijo el loro. 

Ante aquel aire de doctor, 
Que le infundió profundo engorro, 
Quitándose el chiquillo el gorro, 
Respondió: --Bien. ¿Y a usted, señor? 

Porque no en vano él atesora, 
Cuando libre remonta el vuelo, 
En la frente un poco de cielo 
Y en el ala un poco de aurora. 

Como una joya que bien labra, 
Oro y rubí su pluma integra; 
Y su ladina lengua negra 
Saca el oro de la palabra. 

Oro de loro que es tesoro 
De alegría y de ingenio claro. 
Fútil metal que acuña en su aro 
Con derroche estridente el loro. 

- . - . - 

LEOPOLDO LUGONES. Antología poética. Selección y prólogo de Carlos Obligado. Espasa Calpe, Col. Austral. Buenos Aires, 1968 (10a. edición). Pp. 133-135.

jueves, 15 de octubre de 2015

Un poema de Irma Peirano

Irma Peirano


OCHO ANTE MERIDIANO 

Originas la luz desde la luz. Estás 
como hechizada plata durmiendo sobre un río. 
Mientras la vida asigna sus vesperales números 
a las cosas que pasan, tu estás sobre la luz. 

Te salvas de morir como el aire en los pozos. 
Te salvas por los altos tallos y su estructura 
con el color agudo de una flor solitaria 
mientras la tierra acude a cumplir sus entierros. 

No estás en lo acabado, en la ceniza. Vives, 
inmóvil como un rayo de espesura sombría, 
con tu selva compacta de besos y de besos 
sólo atisbando el dulce animal de mi carne. 

Cunden por desoladas madrigueras del viento 
los oscuros alertas y adioses trashumantes, 
hartamente convictos de muertes en la aurora, 
llevándose sus pálidos marineros varados. 

En tanto se deslizan a sus rápidos huecos 
todas las cosas, sube tu volumen, tu forma, 
con tu olor persistente de flor desagotada 
en un artificial vaso desvanecido. 

Y tu voz sale a todos los ángulos del ruido. 
Sale con su premura de urgente maravilla 
sacudiendo la sorda ramazón de las calles 
en la librada nota azul de las sirenas. 

No se puede morir, no se puede morir 
cuando el grito está dado, lanzado sin retorno 
y calienta los fríos canales de la sangre 
y protege temblando de piedad lo desnudo. 

Cuando el día se inicia elemental y blanco 
llega tu olor distante trasegado de vida. 
Todas las cosas suman tu color y tu forma 
mientras pasan las lentas veredas traficadas. 

- . - . - 

IRMA PEIRANO. Poesía reunida. Selección y prólogo: Martín Prieto. Editorial Municipal de Rosario. Rosario, 2003. Pp. 150-151.

lunes, 5 de octubre de 2015

Un poema de Felipe Aldana

Felipe Aldana



Quien dice que vio una estrella 
y vio la cosa más bella 
mirando tan sólo a ella, 
no vio lo mejor así, 
no vio la flor del maíz, 
no vio la flor del maíz. 

No encontró ojos brillantes 
con reflejos de diamante, 
cutis fresco, rozagante, 
labios tiernos para el "sí", 
no vio la flor del maíz. 

Negó belleza a porfía 
porque pasó todo el día 
en la chala dura y fría. 
No sabe nada de mí, 
no vio la flor del maíz. 

Primera entre las primeras, 
negó que la luz viniera 
a besar la cabellera 
de quien junta por aquí, 
no vio la flor del maíz. 

Quien no vio esta juntadora 
no vio la flor de la aurora, 
no vio rosa seductora 
y sostengo para mí, 
no vio la flor del maíz, 
no vio la flor del maíz. 

- . - . - 

FELIPE ALDANA. De Un poco de poesía (1949). Tomado del volumen Felipe Aldana / Obra poética y otros textos. Editorial Municipal de Rosario. Rosario, 2001. Pp. 95-96.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Un poema de Walt Whitman

Walt Whitman


VOZ 


Voz, medida, concentración, determinación y el poder divino de pronunciar las palabras. 
¿Has fortalecido tus pulmones y has dado agilidad a tus labios con larga práctica, con ejercicios vigorosos y con la robustez de tu constitución? 
¿Te mueves con amplitud en estos amplios ámbitos? 
¿Has adquirido el divino poder de pronunciar las palabras? 
Pues que sólo al fin, después de muchos años, después de la castidad, amistad, procreación, prudencia y desnudez, 
después de haber recorrido la tierra y atravesado los ríos y los lagos, 
después de haberse desembarazado la garganta, después de haber absorbido las épocas, temperamentos, razas, después de la libertad, de los crímenes, 
después de la fe completa, después de haber aclarado, elevado y quitado obstáculos, 
después de haber hecho éstas y otras cosas, es apenas posible que les sea dado a un hombre o mujer poder de pronunciar las palabras; 
entonces se precipitarán todos hacia aquel hombre o mujer --nadie se niega, todos acuden, 
ejércitos, navíos, monumentos antiguos, bibliotecas, cuadros, máquinas, ciudades, odio, desesperación, concordia, dolor, robo, asesinato, aspiración, forman en filas compactas, 
y fluyen obedientes, según se los necesita, por boca de aquel hombre o aquella mujer. 


¡Oh! ¿Qué hay en mí que me pongo a temblar al oír las voces? 
seguramente he de seguir al hombre o mujer que me hablen con voz justa, 
como el agua sigue a la luna, en silencio, con pasos leves, por todas partes alrededor del globo. 

Todas las cosas esperan a las voces justas. 
¿Dónde está el órgano diestro y perfecto? ¿Dónde está el alma desarrollada? 
Pues veo que todas las palabras que de ellos brotan, tienen acentos nuevos, más profundos, más dulces, imposibles sin ellos. 

Veo cerebros y labios cerrados, tímpanos y sienes ilesos, 
mientras no venga aquello que tiene la virtud de herir y de abrir, 
mientras no venga aquello que tiene la virtud de revelar lo que duerme, siempre listo, en las palabras. 

- . - . - 

WALT WHITMAN. Hojas de hierba. Traducción: Francisco Seguí. Editors S. A. Barcelona (España), s/f (introducción fechad en abril de 1992). Pp. 369-370.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Un poema de Emilio Sosa López

Emilio Sosa López


LA CIUDAD DE CAÍN 

Tanto es igual la sombra como el día, o el día enlutado, 
o el viento que gime en las esquinas o el lobo del hambre. 
¿Por qué odiar entonces al semejante, por qué temer 
sus máquinas infernales, domesticadas con botones 
y sexos, sus agrios tufos de pasiones a pila, 
si el hombre sólo ama la soledad de su dios y mata 
para estar solo y estar en paz consigo mismo 
y con su bestia? 
Dios vuelve por él a los altares con sigilo de tigre 
y allí se instala ante el silencio de su criatura degradada. 
¿Por qué odiar el crimen o el sacrificio 
a los altivos númenes de la destrucción, 
si dulce es la sangre para las estadísticas del miedo 
y es convincente el giro de la diaria proclama y 
todo está bien dentro del círculo 
y es terror el deleite del sol que flamea 
como estandarte del sagrado tirano? 
Los aplausos son ramas feraces en la viña del pueblo. 
¿A qué aguardar otra condenación 
si Dios es hombre para el hombre y bestia 
para la bestia humana 
y magia para la máquina de estado que gobierna sin límites? 
Porque otra cosa hubiese sido que muriese 
con la sangre de la primera víctima, 
pero el dios es eterno como el hombre 
y cuando mata es Dios el que mata por él y si se acopla 
es Dios quien baja a alimentarse de su propio rebaño. 
El tirano sonríe complacido 
ante la multitud del gran dios hecho hombre, 
y sonríe también 
ante la multitud de la bestia hecha hombre. 
Y el error nunca importa pues hay tiempo de sobra 
para rehacer el reino hasta el fin de la tierra. 
--Y aquí la duda, ya que no se concibe fin alguno 
para la gloria de lo que está hecho. 

- . - . - 

EMILIO SOSA LÓPEZ. La fábula. Losada. Buenos Aires, 1957. Pp. 65-66.

viernes, 28 de agosto de 2015

Un poema de Ernesto Cardenal


Ernesto Cardenal

SALMO 11 (12) 

Libértanos tú 
porque no nos libertarán sus partidos 
Se engañan los unos a los otros 
/ Y se explotan los unos a los otros 
Sus mentiras son repetidas por mil radios 
sus calumnias están en todos los periódicos 
Tienen oficinas especiales para hacer Mentiras 
Esos que dicen: 
/ "Dominaremos con la Propaganda 
La Propaganda está con nosotros" 
Por la opresión de los pobres 
por el gemido de los explotados 
ahora mismo me levantaré 
dice el Señor 
les daré la libertad porque suspiran 
Pero las palabras del Señor son palabras limpias 
y no de Propaganda 

Por todas partes están sus armamentos 
Nos rodean sus ametralladoras y sus tanques 
Nos insultan los asesinos llenos de condecoraciones 
Y los que brindan en sus clubes 
Mientras nosotros lloramos en tugurios 
Los que se pasan la vida en coctail-parties

- . - . - 

ERNESTO CARDENAL. En Poesía Completa, tomo I. Patria Grande. Buenos Aires, 2007. Pp. 70-71. 

viernes, 21 de agosto de 2015

Un poema de Jorge Aulicino

Jorge Aulicino


POESÍA ERES TÚ 

ninguna mujer tremolará por tus poemas 
escribirás en sal en vidrio en las 
espumas químicas de esta tierra desastrada 
y ninguna mujer enloquecerá por tus poemas 

- . - . - 

JORGE AULICINO. Estación Finlandia / Poemas reunidos 1974-2011. Bajo la luna. Buenos Aires, 2012. Pág. 70.

martes, 11 de agosto de 2015

Un poema de Julio Castellanos

Julio Castellanos


ELOGIO 

En un fresco de alegría, apenas verdecido, 
en el límpido muelle de la noche 
me acerco a ti y me invado 
en la iridiscente fragancia de las cosas. 

Tiene el amor esa virtud, es blanda 
pausa en el camino hacia la muerte. 

Por eso es un ensueño, porque frágil 
recoge los desechos de la vida 
y de los pasos eleva a plenitud 
su eco acostumbrado. 

Eres sujeto del amor, del juego 
de ofrecer lo imposible y ser 
la apuesta insegura, avasallada. 

Lo sé fugaz y quieto, 
inmóvil en el gesto que me inunda; 
en él estás, por el deseo 
detenida 
en el curso inequívoco del tiempo, 
el de la devastación y la ventura. 

Es plena la alegría
el terso ascenso del ser en el ser mismo. 


- . - . - 

JULIO CASTELLANOS. Poesía reunida. 1983/2013. Llanto de Mudo. Córdoba (Argentina), 2014. Pág. 51.

jueves, 30 de julio de 2015

Un poema de Joaquín Giannuzzi

Joaquín Giannuzzi

RUBÉN DARÍO 

Usted me preguntaba cómo verificar 
si está vivo o muerto Rubén Darío. 
Meter un dedo en su tumba, 
sentirlo frío, no cuenta si usted palpa 
sus huesos rendidos. 
¿Muy esquemático? 
Pero si no me equivoco 
su pregunta tenía un sentido artístico. 
En cuanto a su poesía, escuche usted 
cómo respira todavía, 
cómo recrea su vasto lenguaje 
y perfecciona y ahonda las notas de su laúd. 
Claro que ya no bebe su vino al anochecer. 
Con excepción de ese hábito 
ninguna verdad rubendariana interrumpió la muerte. 

- . - . - 

JOAQUÍN O. GIANNUZZI. Obra poética. Emecé. Buenos Aires, 2000. Pág. 225.

domingo, 26 de julio de 2015

Un poema de José Lezama Lima

 
José Lezama Lima

DOCE DE LOS ÓRFICOS 

(...) 

Las varas y los duendes hablan, pero la armadura 
sólo añade sombra, y no traspasan con el aliento 
los cristales de cuarzo. Así hablan. 
El sonido de la voz alcanza su arco con el sonido 
que no se intenta asir, con la misma indiferencia del mensajero 
que limpia su hebilla con aceite de nuez. 
Llegaban anticipados y querían oír lo que no se dice, 
su cimbreante arrogancia los llevaba a ponerse ellos 
antes que el sonido. Entraban para asir el sonido 
y la voz se les hacía indetenible como el murmullo, 
Fingían que oían y ya no dejaban entrar, impidiendo 
la errante seguridad de la luna, cuando entre la torre 
del mastín y la torre de la garduña bautiza la llanura. 
Aquí las dos torres hacen perder el camino 
a lomo de burlas y antifaz del cangrejo negro. 
¿La voz puede asirse? ¿Las chispas de la armadura 
pueden asir el sonido? Sensación final 
del rocío: alguien está detrás. 

(...) 

- . - . - 

JOSÉ LEZAMA LIMA. Poesía completa. Editorial Letras cubanas. La Habana (Cuba), 1985. Pág. 347.

martes, 21 de julio de 2015

Un poema de León Felipe

León Felipe


LA POESÍA LLEGA... AHÍ ESTÁ 

La Poesía llega como un gendarme a la casa del crimen. 
Ahí está. Viene porque la he llamado yo. 

Ya viene con su ademán desnudo, 
con su mirada sin cortinas, 
con su mirada sin eclipse... 
con una mirada que no se esconde nunca bajo el toldo de los párpados 
ni a la sombra de las pestañas... 
Viene con su mirada abierta siempre. 

La Poesía llega con su apostura fría, 
cínica, 
inmisericorde... 
como un soldado terrible, 
como un sayón, 
como un sargento encargado del cacheo y del desahucio, 
como un oficial eclesiástico de la Inquisición, 
como el escribano con su mazo de infolios donde se va a escribir el inventario de todo lo que se esconde bajo el sótano, 
como el confesor con su saco blindado donde se van a meter 
los crímenes, 
las herejías, 
los ídolos falsos, 
y las lámparas votivas alimentadas con alquitrán. 

La Poesía llega. 
Viene porque la he llamado yo. 
Viene a confesarme y registrarme. 

Un hombre cualquiera puede ser el poeta: 
el publicano que no sabe rezar... 
también el publicano... 
cualquier publicano... el último publicano. 
Porque también el corazón de los inconsiderados 
entenderá la sabiduría... 
y la lengua de los balbucientes 
hablará clara y expedita. 
Y el poeta es el hombre que llama a la Poesía sin miedo. 
Al gran sayón..., al viejo sayón inmisericorde, 
y le dice cuando llega a su puerta: Entra. 
Quiero saber dónde vivo. 
¡Hay tantas sombras, 
tantas telarañas 
y tantos fantasmas aquí dentro! 
Entra. 
Tú eres la Poesía... la Verdad y la Luz. 
¿No es así? 
La que abre las ventanas 
y rompe los goznes de las puertas... 
¿No es así? 
La que ahuyenta el trote de las ratas 
y apaga el ruido espectral de la polilla en la madera. 
¿No es así? 
La que barre las cortezas caídas y los vidrios quebrados que se amontonan en los rincones tenebrosos... 
¿No es así? 
La que encuentra los grandes versos perdidos y los grandes sueños que en la revuelta de las pesadillas se escondieron entre las circunvoluciones del colchón... 
¿No es así? 
La que encuentra también el cardiograma olvidado entre los folios del viejo libro polvoriento, el cardiograma donde se registran los golpes del fantasma apócrifo y los del ángel del destino... 
¿No es así? 
La que sabe dónde está la soga que una noche amarré de la viga más recia... 
¿No es así? 
La que viene a apretar y a exprimir la vejiga de las lágrimas hasta la última gota de sangre y de leche... 
¿No es así? 
La que viene a tapiar con ladrillos de fuego el cuarto donde la lujuria y el sexo envenenado guardan los negros sueños espantosos... 
¿No es así? 
Tienes una llave, ¿verdad?, 
y una piqueta... y un hacha... 
y una mecha encendida 
y una escoba... 
y unos ojos sin párpados... 
¿No es así? 
Tú eres... ¡tú eres! 
A ti te he llamado. 
No eres la hermosa doncella vestida de blanco 
y con una ramita de laurel 
para el bonete del juglar. 
Eres dura, seca... y fea... fea 
como la verdad para un criminal... para mí. 
Yo soy un criminal... 
un criminal... como cualquier hombre de la tierra, 
un criminal... como cualquier ciudadano del mundo. 
Soy el gran criminal vestido de hollín y de betún 
que loco y fugitivo 
recorre este planeta apagado y tenebroso. 
Lo confesaré todo: 
He asesinado a la Belleza 
y he apuñalado a la Alegría... 
He ahogado a la estrella 
y he arrojado la lámpara al pantano. 
¡Mirad mis manos chorreando sombras! 
¡Mirad estas manos de carbón llenando de humo el aire 
y apagando las últimas pupilas, 
las luciérnagas, 
los faros 
y los astros! 
¡Sálvame!... Quiero la Luz... 
¡Sálvame!... Quiero ver la Luz... ¡Sálvame! 
Te he llamado para que me salves. 
Y te he llamado a ti... 
no a la hermosa doncella vestida de blanco 
y con una ramita de laurel 
para el bonete del juglar. 
Te he llamado a ti... a ti... viejo sayón inmisericorde. 
Y te he llamado para que luego de oírme 
registres esta cueva, 
abras las ventanas, 
derribes las puertas, 
barras las tinieblas, 
quemes mis entrañas 
y dejes entrar de nuevo en esta casa subterránea, 
en este cuerpo funeral... 
la Alegría y la Belleza resurrectas, 
como un río de luz sin presas y sin frenos. 

- . - . - 

LEÓN FELIPE. Antología rota. Losada, 1957. 10ma edición: Buenos Aires, 1984. Pp. 188-191.

jueves, 16 de julio de 2015

Un poema de Jacobo Fijman

Jacobo Fijman


PAN NEGRO 

¡Dedos sarmentosos, 
helados y duros 
del invierno! 

La aldehuela 
es como una rama seca. 
Los mesones, las callejas, 
padecen torpeza. 

¡Mastican tan lentamente 
las campanas! 

Intimidad enfermiza 
de los silencios. 

Cuando llueve, 

la aldehuela es un pan negro 
mojado. 

¡Dedos sarmentosos, 
helados y duros 
del invierno! 

- . - . - 

JACOBO FIJMAN. Poesía completa. Ed. Del Dock, col. Pez Náufrago. Buenos Aires, 2005. Pág. 86. 

miércoles, 15 de julio de 2015

Un poema de Gabriela Mistral

Gabriela Mistral

PIECECITOS...

Piececitos de niño, 
azulosos de frío, 
¡cómo os ven y no os cubren, 
Dios mío! 

Piececitos heridos 
por los guijarros todos, 
ultrajados de nieves 
y lodos. 

El hombre ciego ignora 
que por donde pasáis, 
una flor de luz viva 
dejáis; 

que allí donde ponéis 
la plantita sangrante 
el nardo nace más 
fragante. 

Sed, puesto que marcháis 
por los caminos rectos, 
heroicos como sois, 
perfectos. 

Piececitos de niño, 
dos joyitas sufrientes, 
¡cómo pasan sin veros 
las gentes! 

- . - . - 

GABRIELA MISTRAL. Antología. Empresa Editora Zig-zag. Santiago de Chile, 1940. Pp. 199-200.

sábado, 11 de julio de 2015

Un poema de Juan José Hernández

Juan José Hernández


POEMA 

No quiero que me digan 
la palabra naranja. 
Me llega el sol, 
mi casa 
y la perdida infancia. 

Hubo un jardín 
y el ocio de unas tardes 
sosegadas. 
Hubo una luz de gracia, 
profundidad del alma. 

Hubo un pájaro fino 
que cantaba en la huerta 
del vecino. 
Hubo dalias pesadas 
a cuya sombra el gato 
bostezaba. 
¡Y en verano la fiesta 
de comerse la breva 
señalada! 

No quiero que me digan 
la palabra naranja. 
Ni naranja, ni siesta. 
Duele aquello que amaba. 

- . - . - 

JUAN JOSÉ HERNÁNDEZ. Desiderátum. Obra poética. Adriana Hidalgo Editora. Buenos Aires, 2001. Pág. 139.

viernes, 10 de julio de 2015

Un poema de Liliana Lukin

Liliana Lukin



Por el tiempo que hace que estoy 
escribiendo mal sentada, 
dando pasto a las fieras, 
haciendo trabajar 
sin compasión 
la lengua, los ojos, 
las articulaciones elementales, 
he provocado en mí 
una minuciosa compresión de vértebras 
que no comprenden mi necesidad. 

- . - . - 

LILIANA LUKIN. Obra reunida. 1978-2008. Ed. Del Dock. Col. Pez náufrago, 29. Buenos Aires, 2009. Pág. 353.

jueves, 14 de mayo de 2015

Un poema de Elizabeth Azcona Cranwell

Elizabeth Azcona Cranwell


PERMANENCIA 

El cielo es curvo y cierto de humedad 
cielo de confesiones incumplidas. 

Es en vano llenar de gestos nuevos los huecos de la tarde, 
adorar cada día un reflejo distinto, andar cazando vida muy lejos de la orilla del corazón. 

Mi soledad saqueada por amigos sonrientes ahoga por momentos su eterno descubrir. Y de mí triunfa siempre la nostalgia, esa ardiente insegura. 

Esto eres tú todavía, todavía tu intento insostenible, 
todavía tu rostro, la gran dulzura desesperada. 

El amor envejece y tu voz precipita el desasosegado atardecer. 

En el colmo del tiempo volveré a dedicarme a tu mirada. 

El amor rozará muchas veces el borde de las noches. 

No te destruirá. 

- . - . - 

ELIZABETH AZCONA CRANWELL. Tomado de Poesía Buenos Aires. Edición facsimilar. Tomo II (1956-1960). Biblioteca Nacional. Buenos Aires (Argentina), 2014. Pág. 100. 

Un poema de Alicia Genovese

Alicia Genovese


Lluvia copiosa 
sobre la tierra seca, 
a baldes 
sobre el suelo 
polvoso del verano, 
agua persistente 
barro del diluvio 
en mí. 

- . - . - 

ALICIA GENOVESE: Aguas. Ediciones Del Dock, Col. Pez Náufrago 56. Buenos Aires (Argentina), 2013. Pág. 61. 

viernes, 8 de mayo de 2015

Un poema de Severo Sarduy

Severo Sarduy


Matta dibuja lo invisible: el viento, 
la dimensión de lo desconocido, 
lo que no captará ningún sentido, 
ni tiene forma, ni conocimiento. 

El golpe de lo inmóvil. El reverso. 
La fijeza del sueño y el olvido. 
La transparencia gris. El estallido 
de una luz fósil: la del universo. 

La curva del espacio. Hélice rota 
de una galaxia que se apaga: emblema 
del retorno al origen que desata 

la energía más densa y más remota. 
Incandescencia que se expande y quema 
el universo que dibuja a Matta. 

- . - . - 

Tomado de SEVERO SARDUY: Obra completa, Tomo I, Colección Archivos n° 40, Madrid, 1999. Pág. 221. 

martes, 28 de abril de 2015

Un poema de Antonio Requeni

Antonio Requeni


NARANJERA DE ASUNCIÓN 

De tus manos descienden, lentamente, 
doradas serpentinas, naranjera. 
La piel de tus naranjas es lo único 
que nos sonríe en la Recova Vieja. 
Tu piel, la de tu rostro y de tus manos, 
un poco más de tierra entre la tierra. 
Cada día el oprobio se acomoda 
junto a tus ropas desoladas, trémulas, 
mientras un río de hojas y ladridos 
lame tus pies descalzos y se aleja. 
Silencio más dramático que el grito. 
Ojos que hasta las lágrimas desdeñan. 
Yo estoy aquí, mirándote, y no sé 
si la naranja que ahora despellejas 
es sólo un fruto o es tu corazón 
que se desprende de tu cuerpo y sueña. 
Virutas de la piel de tus naranjas, 
guirnaldas que decoran la miseria, 
tal estos versos que, impotente y triste, 
escribo ahora en un lugar de América. 

- . - . - 

ANTONIO REQUENI: Antología poética. Fondo Nacional de las Artes. Buenos Aires, 1996. Pág. 51. 

viernes, 17 de abril de 2015

Un poema de Leonardo Martínez

Leonardo Martínez


HABLA LA SEÑORA ZÓSIMA 

A media mañana me escapaba 
a la barranca detrás de la cocina 
y sentada en una piedra bajo el tala 
armaba mi cigarro 
Las pitadas eran largas y sostenidas 
Al soltar el humo se iban 
el desánimo y la tristeza 
Volvería después a los hijos 
la comida y las montañas de ropa 

Yo 
la dueña 
estoy sola 
Marido ausente en trabajos lejanos 
y una tropilla de hijos indómitos 
Estoy sola con mi cigarro 
los quehaceres de la casa 
las novenas parroquiales 
y la cría salvaje 
Eso sí 
a la nochecita un poco de gramófono 
y de lecturas de la Invernizzio 

Pero a la siesta 
cuando todos duermen 
golpeo mi cabeza 
contra las paredes de la cocina 
y repito lo que había leído en algún lado 
lo real es la única certeza 
Y lo real es una mescolanza 
de doctrina de iglesia imaginación magia y milagros 
La realidad abarca lo visible y lo invisible. 

No me atrevo a soñar pero sueño 
Frotan mis pechos manos ausentes 
Vientos imperiosos abren mis piernas 
Un resplandor me ciega 
y veloces sonidos danzarines 
aplacan mi bramido desolado 
De rodillas 
adoro un reflejo del paraíso en el fogón 
que parpadea como mi ojo 
Me desconozco en la misma que soy 
La felicidad es un asunto de corazones esforzados 

- . - . - 

LEONARDO MARTÍNEZ. De El barro que sofoca (2013). En Escribanía de vivos y muertos. Ed. del Dock. Buenos Aires, 2013. 

sábado, 28 de marzo de 2015

Un poema de Miguel Hernández


ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ


                                                                                                                      (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me
                                                                                                                            ha muerto como el rayo, Ramón Sijé,
                                                                                                                                                con quien tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas,
y órganos mi dolor sin instrumentos,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler, me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo voy
de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano está rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes,
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero mirar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera,
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas
y tu sangre se irá a cada lado,
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas,
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.