Leopoldo Marechal |
Alma buena del sur, no te demores
junto a la sepultura de Isaías Rolón:
el muy avaro, desde el otro mundo,
es capaz de venderte
como ayer su ginebra
de mala catadura.
Bien metido en su cárcel de botellas tramposas,
compró y vendió este mundo para el diablo.
Desde su mostrador, con la pluma en la oreja,
vio desfilar amores,
caballos y alegrías.
Amontonó los frutos
y no mordió ninguno,
porque se alimentaba
de aritmética pura.
Calculador y zafio,
murió tres noches antes por ahorrar medicina.
Por no gastar su vieja ropa de casamiento,
mandó que lo enterraran en puro calzoncillo.
En tren de economías, durante su velorio,
se apagaron las velas por sí solas,
y a media voz tañeron las campanas
por economizar la saliva y el bronce.
Dicen las malas lenguas
que yace de costado
por usar menos tierra.
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