Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

martes, 24 de febrero de 2015

Un poema de Juan Gelman

Juan Gelman 


LA MUCHACHA 

Algo amenaza a la muchacha 
cuando ella se visita el amor. 
Cataratas de frío/ 
viento que duele como piedra/ 
lejanías de la alta vida/los 
planetas que empuja la cuchara 
y giran mudos en la sopa. 
Sube la noche/toca 
su lucecita dulce/encorva 
las espaldas para que no se apague. 
En otro perfecto mundo/ella/ 
danza, y el color. Cuánto de sueño/ 
mucho/desplomado 
en sábanas solísimas. 

JUAN GELMAN. Mundar. Ed. La Página, 2011. Buenos Aires (Argentina). Pág. 92. 

lunes, 23 de febrero de 2015

Un poema de Pablo Neruda

Pablo Neruda 


LARINGE 

Ahora va de veras, dijo 
la Muerte, y a mí me parece 
que me miraba, me miraba. 

Esto pasaba en hospitales, 
en corredores agobiados 
y el médico me averiguaba 
con pupilas de periscopio. 
Entró su cabeza en mi boca, 
me rasguñaba la laringe: 
allí tal vez había caído 
una semilla de la muerte. 

En un principio me hice humo 
para que la cenicienta 
pasara sin reconocerme. 
Me hice el tonto, me hice el delgado, 
me hice el sencillo, el transparente: 
solo quería ser ciclista 
y correr donde no estuviera. 

Luego la ira me invadió 
y dije: Muerte, hija de puta, 
hasta cuándo nos interrumpes? 
No te basta con tantos huesos? 
Voy a decirte lo que pienso: 
no discriminas, eres sorda 
e inaceptablemente estúpida. 

Por qué pareces indagarme? 
Qué te pasa con mi esqueleto? 
Por qué no te llevas al triste, 
al cataléptico, al astuto, 
al amargo, al infiel, al duro, 
al asesino, a los adúlteros, 
al juez prevaricador, 
al mentiroso periodista, 
a los tiranos de las islas, 
a los que incendian las montañas, 
a los jefes de policía 
con carceleros y ladrones? 
Por qué vas a llevarme a mí? 
Qué tengo que ver con el cielo? 
El infierno no me conviene 
y me siento bien en la tierra. 

Con estas vociferaciones 
mentales me sostenía 
mientras el doctor intranquilo 
se paseaba por mis pulmones: 
iba de bronquio en bronquio como 
pajarillo de rama en rama: 
yo no sentía mi garganta, 
mi boca se abría como 
el hocico de una armadura 
y entraba y salía el doctor 
por mi laringe en bicicleta 
hasta que adusto, incorregible, 
me miró con su telescopio 
y me separó de la muerte. 

No era lo que se creía. 
Esta vez sí no me tocaba. 

Si les digo que sufrí mucho, 
que quería al fin el misterio, 
que Nuestro Señor y Señora 
me esperaban en su palmera, 
si les digo mi desencanto, 
y que la angustia me devora 
de no tener muerte cercana, 
si digo como la gallina 
que muero porque no muero 
denme un puntapié en el culo 
como castigo a un mentiroso. 

-- (1958) / Estravagario, 1958 

PABLO NERUDA. Antología general. Perú, 2010. 

lunes, 16 de febrero de 2015

Un poema de Pablo Neruda

Pablo Neruda 


ENFERMEDADES EN MI CASA 

Cuando el deseo de alegría con sus dientes de rosa
escarba los azufres caídos durante muchos meses
y su red natural, sus cabellos sonando
a mis habitaciones extinguidas con ronco paso llegan,
allí la rosa de alambre maldito
golpea con arañas las paredes
y el vidrio roto hostiliza la sangre,
y las uñas del cielo se acumulan,
de tal modo que no se puede salir, que no se puede dirigir
un asunto estimable,
es tanta la niebla, la vaga niebla cagada por los pájaros,
es tanto el humo convertido en vinagre
y el agrio aire que horada las escalas:
en ese instante en que el día se cae con las plumas deshechas,
no hay sino llanto, nada más que llanto,
porque solo sufrir, solamente sufrir,
y nada más que llanto.

El mar se ha puesto al golpear por años una pata de pájaro,

y la sal golpea y la espuma devora,
las raíces de un árbol sujetan una mano de niña,
las raíces de un árbol más grande que una mano de niña,
y hay un planeta de terribles dientes
envenenando el agua en que caen los niños,
cuando es de noche, y no hay sino la muerte,
solamente la muerte, y nada más que el llanto.

Como un grano de trigo en el silencio, pero

a quién pedir piedad por un grano de trigo?
Ved cómo están las cosas: tantos trenes,
tantos hospitales con rodillas quebradas,
tantas tiendas con gentes moribundas:
entonces, cómo?, cuándo?
a quién pedir por unos ojos del color de un mes frío,
y por un corazón del tamaño del trigo que vacila?
No hay sino ruedas y consideraciones,
alimentos progresivamente distribuidos,
líneas de estrellas, copas
en donde nada cae, sino solo la noche,
nada más que la muerte.

Hay que sostener los pasos rotos.

Cruzar entre tejados y tristezas mientras arde
una cosa quemada con llamas de humedad,
una cosa entre trapos tristes como la lluvia,
algo que arde y solloza,
un síntoma, un silencio.
Entre abanderadas conversaciones y objetos respirados,
entre las flores vacías que el destino corona y abandona,
hay un río que cae en una herida,
hay el océano golpeando una sombra de flecha quebrantada,
hay todo el cielo agujereando un beso.

Ayudadme, hojas que me corazón ha adorado en silencio,

ásperas travesías, inviernos del sur, cabelleras
de mujeres mojadas en mi sudor terrestre,
luna del sur del cielo deshojado,
venid a mí con un día sin dolor,
con un minuto en que pueda reconocer mis venas.

Estoy cansado de una gota,

estoy herido en solamente un pétalo,
y por un agujero de alfiler sube un río de sangre sin consuelo,
y me ahogo en las aguas del rocío que se pudre en la sombra,
y por una sonrisa que no crece, por una boca dulce,
por unos dedos que el rosal quisiera
escribo este poema que solo es un lamento,
solamente un lamento.

- (Madrid, agosto de 1934) / Residencia en tierra, II, 1935 

Pablo Neruda. En Antología general. Perú, 2010. Pp. 139-141. 

sábado, 7 de febrero de 2015

Un poema de Juan Ramón Jiménez


Juan Ramón Jiménez 


Pintor que me has pintado 
en este cuadro vago de la vida, 
tan bien, que casi 
parezco de verdad; ¡ay!; pínta- 
me nuevamente, y mal, de modo 
que parezca mentira! 



Tomado Antolojía poética de Juan Ramón Jiménez. Edición de Vicente Gaos. Cátedra. Madrid (España), 1984.  Pág. 113.