Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

sábado, 28 de marzo de 2015

Un poema de Miguel Hernández


ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ


                                                                                                                      (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me
                                                                                                                            ha muerto como el rayo, Ramón Sijé,
                                                                                                                                                con quien tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas,
y órganos mi dolor sin instrumentos,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler, me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo voy
de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano está rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes,
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero mirar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera,
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas
y tu sangre se irá a cada lado,
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas,
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Un poema de Aldo Pellegrini

Aldo Pellegrini


BALADA DEL SOL OPACO 

¿Y lo has comprendido? la amargura cambia 
e inventa máquinas de acero para reconstruir la risa 
se obtiene un sol obligatorio por un torpe precio 
y Hortensia experta en rodajes acuna los relámpagos 

Gozamos de una civilización divertida a través de la cual 
se observa la tristeza en perspectiva oh trenes patibularios 
llenos del horror de la ternura pasan sin detenerse 
y arrastran tras sí el frío de lo que se ignora 

Todo es comprensible menos la miseria una roña opaca 
llena las grietas de la civilización divertida 
bam bam con la cortesía del caso 
estalla el tren expreso que nadie esperaba 

Ardiente pirogálica grotesca 
Hortensia busca el sol a medianoche 
la ternura descansa sobre el frío y no todo 
se pierde si alguien viene y pregunta adónde vas 

La miseria se contempla en perspectiva 
y viaja de noche llena de paciencia 
migajas de mezquindad un sombrero hongo 
anda solo por la ciudad en busca del sol 

Maquinalmente se mezclan 
las fuentes de las dinastías 
el mundo entero pasa sin sosiego con un compás admirable 
se presenta la civilización aclarada Hortensia dirige el exilio 

Y una ilusión sin consecuencias restalla en el silencio opaco 
la miseria se torna comprensible Hortensia avanza 
sobre los restos esparcidos de las necesidades del hombre 
un aire de cobre llega hasta los suplicantes 

Lo irreal cambia el color de las almas 
que esperan la llegada del tren expreso 
pero se ha desplazado la época hacia un tiempo terroso 
lo ideal eleva la temperatura de los encuentros 

Un rumor inesperado se aloja en tus ojos 
el frío de los ladridos inicia su roce inefable 
ofrenda miserable de los sonidos la situación del goce empeora 
Hortensia ¿no extrañas el delirio del hambre? 

El condenado al goce desaparece 
y reaparece para erguirse y retar a lo irreal 
un mordisco en la indiferencia de la pólvora 
de la sombra al asombro la curva sombría de la espera 

- . - . - 

ALDO PELLEGRINI. De Escrito para nadie (1972-1973). En La valija de fuego (Poesía completa). Editorial Argonauta. Buenos Aires (Argentina), 2001.