Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

sábado, 11 de julio de 2015

Un poema de Juan José Hernández

Juan José Hernández


POEMA 

No quiero que me digan 
la palabra naranja. 
Me llega el sol, 
mi casa 
y la perdida infancia. 

Hubo un jardín 
y el ocio de unas tardes 
sosegadas. 
Hubo una luz de gracia, 
profundidad del alma. 

Hubo un pájaro fino 
que cantaba en la huerta 
del vecino. 
Hubo dalias pesadas 
a cuya sombra el gato 
bostezaba. 
¡Y en verano la fiesta 
de comerse la breva 
señalada! 

No quiero que me digan 
la palabra naranja. 
Ni naranja, ni siesta. 
Duele aquello que amaba. 

- . - . - 

JUAN JOSÉ HERNÁNDEZ. Desiderátum. Obra poética. Adriana Hidalgo Editora. Buenos Aires, 2001. Pág. 139.

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