Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

miércoles, 15 de julio de 2015

Un poema de Gabriela Mistral

Gabriela Mistral

PIECECITOS...

Piececitos de niño, 
azulosos de frío, 
¡cómo os ven y no os cubren, 
Dios mío! 

Piececitos heridos 
por los guijarros todos, 
ultrajados de nieves 
y lodos. 

El hombre ciego ignora 
que por donde pasáis, 
una flor de luz viva 
dejáis; 

que allí donde ponéis 
la plantita sangrante 
el nardo nace más 
fragante. 

Sed, puesto que marcháis 
por los caminos rectos, 
heroicos como sois, 
perfectos. 

Piececitos de niño, 
dos joyitas sufrientes, 
¡cómo pasan sin veros 
las gentes! 

- . - . - 

GABRIELA MISTRAL. Antología. Empresa Editora Zig-zag. Santiago de Chile, 1940. Pp. 199-200.

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