Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

domingo, 26 de julio de 2015

Un poema de José Lezama Lima

 
José Lezama Lima

DOCE DE LOS ÓRFICOS 

(...) 

Las varas y los duendes hablan, pero la armadura 
sólo añade sombra, y no traspasan con el aliento 
los cristales de cuarzo. Así hablan. 
El sonido de la voz alcanza su arco con el sonido 
que no se intenta asir, con la misma indiferencia del mensajero 
que limpia su hebilla con aceite de nuez. 
Llegaban anticipados y querían oír lo que no se dice, 
su cimbreante arrogancia los llevaba a ponerse ellos 
antes que el sonido. Entraban para asir el sonido 
y la voz se les hacía indetenible como el murmullo, 
Fingían que oían y ya no dejaban entrar, impidiendo 
la errante seguridad de la luna, cuando entre la torre 
del mastín y la torre de la garduña bautiza la llanura. 
Aquí las dos torres hacen perder el camino 
a lomo de burlas y antifaz del cangrejo negro. 
¿La voz puede asirse? ¿Las chispas de la armadura 
pueden asir el sonido? Sensación final 
del rocío: alguien está detrás. 

(...) 

- . - . - 

JOSÉ LEZAMA LIMA. Poesía completa. Editorial Letras cubanas. La Habana (Cuba), 1985. Pág. 347.

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