Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Un poema de Carlos Rey

Carlos Rey

PREOCUPACIÓN CON UN SILENCIO 

Hace días que no veo al poeta. 
La última vez que lo vi tenía mala cara, es verdad; 
ojeras, 
no son buenas las ojeras; 
muchas veces, son el preludio de algo más grave. 

Hace días que no hablo con el poeta. 
No es que lo extrañe, 
--con todas las obligaciones que tengo, 
pero me llama la atención que no hable, 
justo él que tanta lágrima suelta hacía de sus palabras. 

Hace días que no anda por aquí el poeta, 
que la noche no está despierta 
y que es un olvido la casa; 
y no es que yo lo sienta, 
que para mí, en definitiva, significa más descanso, 
más reponer fuerzas y ser explotado, 
pero me preocupo 
como me preocuparía por la buena salud de cualquier 
ciudadano, sea verdadero o ficticio o, como en este caso, 
improductivo. 

Quizá sentó cabeza, 
finalmente, 
consiguió un trabajo digno que consume su tiempo totalmente 
haciéndolo desaparecer por completo; 
o, quizá viajó, 
finalmente, 
a la gran ciudad luz, la de otro tiempo, 
--¡Reine du monde!-- y se dejó dormir en un sueño, 
junto a sus maestros y sus recetas; 
o, quizá --¡Dios no lo quiera!-- se murió, 
finalmente, 
como se mueren los poetas y el mundo y todo en esta tierra. 

Quizá, 
o quizá no, 
pero --¡ay!-- yo nada sabré hasta que no lo vea. 

- . - . - 

CARLOS REY. El poeta y yo y otros poemas. (Edición de autor.) Pp. 61-62. 

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