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Leonardo Martínez |
A media mañana me escapaba
a la barranca detrás de la cocina
y sentada en una piedra bajo el tala
armaba mi cigarro
Las pitadas eran largas y sostenidas
Al soltar el humo se iban
el desánimo y la tristeza
Volvería después a los hijos
la comida y las montañas de ropa
Yo
la dueña
estoy sola
Marido ausente en trabajos lejanos
y una tropilla de hijos indómitos
Estoy sola con mi cigarro
los quehaceres de la casa
las novenas parroquiales
y la cría salvaje
Eso sí
a la nochecita un poco de gramófono
y de lecturas de la Invernizzio
Pero a la siesta
cuando todos duermen
golpeo mi cabeza
contra las paredes de la cocina
y repito lo que había leído en algún lado
lo real es la única certeza
Y lo real es una mescolanza
de doctrina de iglesia imaginación magia y milagros
La realidad abarca lo visible y lo invisible.
No me atrevo a soñar pero sueño
Frotan mis pechos manos ausentes
Vientos imperiosos abren mis piernas
Un resplandor me ciega
y veloces sonidos danzarines
aplacan mi bramido desolado
De rodillas
adoro un reflejo del paraíso en el fogón
que parpadea como mi ojo
Me desconozco en la misma que soy
La felicidad es un asunto de corazones esforzados
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