Alfonsina Clariá |
Un verano alquilamos
una casa sin libros.
Tres televisores
llenaban el silencio:
las palabras nacían
detrás de la pantalla
y temblorosas,
se acurrucaban en la sombra,
como pájaros enfermos.
Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.
Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.
Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.
Alfonsina Clariá |
La bella Alfonsina. Siempre tanta sensibilidad en sus letras.
ResponderEliminar