Kato Molinari |
Elíjase el domingo
más triste y más feo del mes,
que habrá sido debidamente precedido
por un sábado tedioso,
vacío,
insultante.
Olvídense los amores trágicos,
la agigantada soledad
y la inestable condición de empeladita.
Olvídense también los vecinos de enfrente
y rechácense los llamados del chismoso balcón.
Diríjase, tiritando,
a la pileta de lavar,
previo transporte de toda la ropa sucia.
Inicie la labor
procurando tararear "La vie en rose"
o "Sus ojos se cerraron".
Sus vecinos aullarán.
La discordia interdepartamental
quedará así instaurada.
Inmediatamente eche mano del jabón
y de sus escasas fuerzas.
Observará, a continuación,
sobre la superficie mugrienta del agua
muchos desfachatados globitos o pompas.
Evite destrozarlos, nunca se sabe...
Cuando llegue a la etapa del enjuague
suspenda todos los cánticos y loas al Señor.
Escuche solamente los latidos de su corazón solitario.
Luego, a fin de que la tarea no resulte ingrata,
preste oídos a
esos ruiditos
delgados,
breves, angostos,
rítmicos:
sólo sus manos de usted son capaces de generarlos,
con la pacífica intervención del agua corriente.
Son los gorgoritos.
Disfrútelos, estimada señorita.
Comprenda que muy pocas lavanderas dominicales
y aun de las otras
han sido informadas sobre la
existencia de tamaña maravilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario