Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

domingo, 28 de abril de 2013

Cuatro Poemas de Adrienne Rich

 
 
 
 
 
VII
¿Qué clase de bestia convertiría su vida en palabras?
¿Qué clase de expiación es ésta?
-y sin embargo, al escribir palabras como éstas, también vivo.
¿Es todo esto algo cercano a las señales aulladas por el carcayú,
esa modulada cantata de la selva?
o bien, cuando estoy lejos de vos y trato de crearte con palabras,
¿no te estoy usando simplemente como un río o una guerra?
Pero, ¿cómo usé los ríos, cómo usé las guerras
para evitar escribir la peor cosa de todas-
no los crímenes de los demás, ni siquiera nuestra propia muerte,
sino el fracaso de no desear con suficiente pasión nuestra libertad de modo
que los olmos enfermos, los ríos contaminados, las masacres parezcan
meros emblemas de esa profanación de nosotros mismos?


VIII
Puedo verme años atrás en Sunion,
con un pie infectado, lastimada, Filoctetes
en forma de mujer, rengueando el largo camino,
recostada en un acantilado encima del océano,
mirando hacia las rocas rojas donde un mudo rulo
blanco me decía que una ola había golpeado,
imaginándome la fuerza de la marea desde esa altura,
sabiendo que el suicidio deliberado no era lo mío,
y sin embargo cuidando, midiendo mi herida.
Bueno, eso ya terminó. La mujer que protegía
su sufrimiento está muerta. Soy su descendiente.
Me encanta el pañuelo que me pasó
pero desde acá quiero seguir acompañada por vos
luchando contra la tentación de seguir una carrera de dolor.
 
 
 
XIII
Las reglas se rompen como un termómetro,
el mercurio se derrama sobre los sistemas gráficos,
estamos en un país que no tiene ni lengua
ni leyes, estamos persiguiendo al cuervo y al abadejo
a través de desfiladeros inexplorados desde la tarde
sea lo que sea que hagamos es pura invención
los mapas que nos dieron estaban desactualizados
desde hacía años… estamos manejando por el desierto
preguntándonos si el agua va a alcanzar
si las alucinaciones van a convertirse en simples pueblos
la música de la radio llega clara-
ni Rosenkavalier ni Götterdämmerung
sino la voz de una mujer cantando viejas canciones
con nuevas palabras, con un suave bajo y una flauta
tocada por mujeres fuera de la ley.
 
XXI
Los oscuros dinteles, las azules piedras extranjeras
del gran círculo  por implementos de piedra,
la luz de la noche de pleno verano alzándose detrás
del horizonte – cuando dije: “una fisura de la luz”
me refería a esto. Pero esto no es Stonehenge
ni ningún otro lugar más que la mente
replegándose hacia donde su soledad,
compartida, puede ser elegida sin esa soledad,
no con facilidad, no sin dolores para marcar
el círculo, las densas sombras, la gran luz.
Yo elijo ser una figura en esa luz,
medio borrada por la oscuridad, algo que se mueve
y cruza ese espacio, el color de la piedra
saludando a la luna, pero algo más que piedra:
una mujer. Yo elijo caminar aquí. Y dibujar este círculo.

Extraído del blog hastadondellegalavoz.blogspot.com.ar. 
 Para leer los "21 poemas de amor" completos de Adrienne Rich clik acá

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