Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

martes, 23 de abril de 2013

Un poema de Roberto D. Malatesta


HABÍAN REGRESADO LAS GARZAS

Habían regresado las garzas. 
Estaban allí tan frescas como el aire. 
Huyeron cuando la sequía bebió la laguna. 
Llegaron mucho después de que el río retomase 
su cauce normal. 
Tardaron, es cierto, pero ahora están allí, 
y yo les doy las gracias, 
no las había olvidado, 
sólo un poco sí se me había olvidado 
cómo era yo, 
cuánto más bueno, 
mirando garzas. 

- . - . -

Roberto D. Malatesta: No importa el frío. Ediciones El Arca del Sur. Santa Fe (Argentina), 2003. Pág. 47.

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