Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

lunes, 15 de abril de 2013

Dos poemas de Charles Le Quintrec


PODER DE NACER


No existe más desnuda
región que la plegaria

De niño entré en la edad de las heridas
Por la edad de la muerte avanzo enmascarado

He visto a la muchacha de sonrisa de piedra
y conté los rebaños que prolongan los prados

No tengo otro poder que el poder de la tierra
No tengo otro saber que nacer en verano.






EL VIEJO MUNDO


El mundo va a envejecer por culpa de las ciudades
Mañana se va a cambiar el mundo de vestiduras
No he podido distinquir las islas y los navíos
y los pájaros perdidos del promontorio del Van.

En los médanos yo era el niño - ¡estrellas, canicas! -
que danzaba sobre el mar desde Groix hasta Lorient
El mundo ya no es capaz de quererse en sus criaturas
los periódicos anuncian que se está yendo al abismo.

Si la sal se vuelve sosa, si la espuma se deshace,
habremos de renunciar a nuestras viejas locuras
El mundo está vacilando entre la noche y la nada
cuando el sueño de los dioses nos conduce hacia los ídolos.




Foto extraída de /www.karmapanda.com

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