Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

martes, 7 de mayo de 2013

Un poema de Carlos Mastronardi


Romance con lejanías

Me gustaría verte, ser alguno en tu pecho. 
Un ámbito de música elogia tu presencia. 
Serena luz y mundo pudieras darme ahora, 
letras para la vida y un eco de Septiembres. 

Que este verso te encuentre eligiendo una dicha 
y tus manos conozcan la azucena y el río. 
Juegan con tu dulzura las gentes de tu sueño, 
y yo soy en tu lástima el vendaval dormido. 

¿Cuáles serán los nombres que esclarecen tu boca, 
cuando vuelven a tu alma las personas de sombra 
y tus ojos perdonan? ¿Cuáles serán las calles 
por donde te adelantas a las futuras horas? 

Otra vez me retienen las quietudes del Norte, 
mas te encuentra el recuerdo por la ciudad porteña. 
Lejano de esos días que en los días se pierden, 
vuelve tu gracia triste para regir mi poema. 

Ahora soy el huesped callado de tu vida, 
y apenas el silencio que te influye en las tardes. 
Miren tus ojos lentos un orbe de violetas, 
¡oh amorosa de muertes, mi amiga y mi coraje!

- . - . -

Carlos Mastronardi. Selección de Elsa Serur y Eise Osman. Editorial de Entre Ríos. Paraná (Argentina, 2001). Pág. 116. 

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