Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Un poema de Francisco Ferrer Lerín

Francisco Ferrer Lerín 

ADRIANA ASTI

Parece seguro que entonces 
estaba animado por un gran fuego interior. 
Se me veía hablar por la plaza 
con los brazos extendidos, la cara 
enrojecida mirando a los que al cruzar 
apretaban el paso 
sin saludar apenas. 
Llegaba el atardecer y seguía 
apoyado en los muros 
arengando aún 
a los difusos compañeros. 
Se acercaba el momento: 
venían rumores contradictorios 
y se apilaban noticias 
a noticias, y todo estaba 
ya dispuesto. 
Qué fue pues de mí en aquel tiempo. 
Todo llevaba a creer en la victoria: 
hasta los más ajenos se apresuraban 
a estrecharme las manos; 
se me invitaba y profería 
fácilmente charlas de hombres. 
Pero algo falló en la gran empresa: 
acabó otoño y un viento 
helado cerró las puertas. 


1971 
- . - . - 

Francisco Ferrer Lerín: Cónsul. Ediciones Península / Edicions 62; Poética 10. Barcelona (España), 1987. Pág. 27.

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