Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

martes, 5 de abril de 2016

Un poema de José Martí


XIX 

Por tus ojos encendidos 
y lo mal puesto de un broche 
pensé que estuviste anoche 
jugando a juegos prohibidos. 

Te odié por vil y alevosa: 
te odié con odio de muerte: 
náuseas me daba de verte 
tan villana y tan hermosa. 

Y por la esquela que te vi 
sin saber cómo ni cuándo, 
sé que estuviste llorando 
toda la noche por mí. 

- . - . - 

JOSÉ MARTÍ. Ismaelillo. Versos libres. Biblioteca 100 x 100. Buenos Aires, 1995. Pág. 52. 

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