Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

jueves, 21 de abril de 2016

Un poema de Fernando de Herrera


SONETO 

Ahora que cubrió de blanco velo 
el oro la hermosa Aurora mía, 
blanco es el puro sol y blanco el día 
y blanco es el color del claro çielo. 

Blancas tus flechas son que yo reçelo, 
tu arco blanco y rayos de alegría, 
Amor, con que me hieres a porfía, 
blanco es tu ardiente fuego y frío hielo. 

Mas, ¿qué puedo esperar desta blancura, 
pues que su blanca nieve el tierno pecho 
tiene contra mi alma defendido? 

¡Oh beldad sin amor!, ¡oh mi ventura!, 
que ardo yo en mi fuego satisfecho 
y muero en nieve fría convertido. 

- . - . - 

FERNANDO DE HERRERA. Poesía. Edicion, introducción y notas de María Teresa Ruestes. Planeta / Autores Hispánicos. Barcelona, 1986. Pág. 148.

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