El primer impulso
Quisiera descuidarme de mí mismo
como la primera vez en que algo raro
me agarró de los pelos y me puse
a escribir, solo, sin ningún motivo.
Cuando reaccioné, había pasado
casi toda la tarde. En la calle
mis amigos se estaban despidiendo,
y me asomé al balcón, pero no quise
gritarles. Hacía poco, me habían
separado del coro del colegio
porque me abandonaba mi registro
de contralto. Empecé a estar absorto
contemplándome. ¿Qué era esa cosa,
ese murmullo incesante, quejumbroso
o felizmente escéptico, fluyendo
en mi cabeza apenas las acciones
se demoraban? La única forma
de parar eso era pinchar el tubo
y hacer correr la tinta hasta que el chorro
disminuía. Pero aquel rapto
en la siesta de un barrio silencioso
no vuelve ahora. El pensamiento impone
su red de frases, aunque aún espero
que la repetición no sea imposible.
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