Un tronco seco ablandado por dos almohadones nos invita. Y buscamos. Podemos seguir el trazo de las ramas bajo el cielo. El sol construye su propio laberinto tras el filtro de las hojas. Si suena, el chistido seco de un colibrí nos habrá puesto cerca de la posibilidad de otro recorrido. Este vagabundeo con la imaginación elegirá hacer pie en las hojas, en las alas, en la luz. O puede detener su mirada en el gatito que dedica ingentes esfuerzos a perseguir su propia cola.

Que el gato encuentre su rabito y lo muerda es tan inmediato como la sorpresa dolida con la que se suelta. Pero pocos segundos después olvida o juega a que olvida y vuelve a correr tras de sí. Nosotros pasaremos los días en la misma ronda de encuentros de luz, mordidas de ramas y colibríes de olvido.

Quizás aquí, Bajo la rosa china, experimentemos algo de ello.

sábado, 6 de abril de 2013

Dos poemas de Jorge Teillier

http://www.leopoldmuseum.org

LA ÚLTIMA ISLA


De nuevo vida y muerte se confunden
como en el patio de la casa
la entrada de las carretas
con el ruido del balde en el pozo.
De nuevo el cielo recuerda con odio
la herida del relámpago,
y los almendros no quieren pensar
en sus negras raíces.

El silencio no puede seguir siendo  mi lenguaje,
pero sólo encuentro esas palabras irreales,
que los muertos les dirigen a los astros y las hormigas,
y de mi memoria desaparecen el amor y la alegría
como la luz de una jarra de agua
lanzada inutilmente contra las tinieblas.

De nuevo sólo se escucha
el crepitar inextinguible de la lluvia
que cae y cae sin saber por qué,
parecida a la anciana que teje
sin recordar que su nieto ha muerto.
Y se quiere huir
hacia un pueblo donde aún es joven la vida,
y el trompo lanzado por un niño
todavía no deja de girar,
esperando que yo lo recoja,
pero donde se ponen los pies
desaparecen los caminos
y es mejor quedar inmóvil en este cuarto,
pues quizás ha llegado el término del mundo,
y la lluvia es el esteril eco de ese fin,
una canción que tratan de recordar
labios que se deshacen bajo tierra.



VI
Las campanadas escapan del pecho del reloj de pendulo.
Huyen del pozo
y resuenan en la memoria.
La memoria,
esa lechuza ciega huyendo a refugiarse en un arbol hueco.

2 comentarios:

  1. Espléndido, delicadísimo poeta "lárico". Se le dio por morirse cuando iba a conocerlo peronalmente, en una ya remota Feria del Libro de Baires. Atesoro como una joya su "Hotel Nube", ediciones LAR, Concepción, Chile. Gracias por traer aquí a este gran poeta de los lares. Jorge Ariel Madrazo.

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  2. Estos poetos... ¡morirse justo antes qe de lo conocieras! ¡Que mala fé! Estos textos los extraje de la antología Crónicas del Forastero, de la coleccion Musaarisca, editorial Colihue. Gracias a vos Ariel por venir a leer a este rinconcito fragante!. Y si, Teillier ha sido grandemente disfrutado, debía venir con nosotros bajo la rosa china!! Un abrazo.

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